Cristo Viene.
Cristo Viene. Lo supe el otro día. Iba bajándome del metro y una señora me lo comentó. Eran varios. Estaban con un micrófono artesanal. Vestían ropas sucias. Tenían una guitarra y cantaban con fuerza.
"Pecadores... pecadores!!" Gritaba eufórica la confidente.
Cristo viene. ¿Qué duda cabe?
Estoy en La Moneda, el palacio de gobierno que le llaman algunos. Cristo Viene. Hoy se subirá a una micro del transantiago y conversará con la prensa en el Patio de los Naranjos
Cristo ya está un poco viejo y cansado. Tiene rabietas. No soporta a los ecologistas. Ahora menos a los valdivianos.
Se ungió, además, como la democracia en sí mismo.
Quedan pocos días de prédica e Cristo en la tierra. En marzo próximo empieza su calvario final. Seguramente será crucificado de nuevo.
Nuestro Cristo fue ovacionado, incluso, por los paganos europeos. Su cuerpo y alma trascenderán más allá de la humanidad.
Mientras tanto, ¿a quién nombramos como Pedro?
Esa roca fuerte y digna sobre la cual edificará su iglesia. No se ven bien los próximos 2 mil años.
Pero... tranquilidad: el Cristo chileno anunció una segunda llegada al poder. Ahí dividirá el país entre justos y pecadores. Los primeros se salvan, los segundos se pudren en el infierno de sus ideas.
En días de canonizaciones el viaje resulta esperanzador.
El profeta de los años 50 murió, tal vez, con el dolor de no ver prosperar su obra. Pero debió estar tranquilo porque sembró la semilla más hermosa de amor que haya brotado en esta comarca.
Medio siglo después, el profeta debe estar escandalizado. El mismo cristo chileno lo convirtió en una figura simbólica, que hizo una bonita obra.
Y el profeta fue tan clarito...
"Los pobres son Cristo!"
Y lo entendimos mal.
"Pecadores... pecadores!!" Gritaba eufórica la confidente.
Cristo viene. ¿Qué duda cabe?
Estoy en La Moneda, el palacio de gobierno que le llaman algunos. Cristo Viene. Hoy se subirá a una micro del transantiago y conversará con la prensa en el Patio de los Naranjos
Cristo ya está un poco viejo y cansado. Tiene rabietas. No soporta a los ecologistas. Ahora menos a los valdivianos.
Se ungió, además, como la democracia en sí mismo.
Quedan pocos días de prédica e Cristo en la tierra. En marzo próximo empieza su calvario final. Seguramente será crucificado de nuevo.
Nuestro Cristo fue ovacionado, incluso, por los paganos europeos. Su cuerpo y alma trascenderán más allá de la humanidad.
Mientras tanto, ¿a quién nombramos como Pedro?
Esa roca fuerte y digna sobre la cual edificará su iglesia. No se ven bien los próximos 2 mil años.
Pero... tranquilidad: el Cristo chileno anunció una segunda llegada al poder. Ahí dividirá el país entre justos y pecadores. Los primeros se salvan, los segundos se pudren en el infierno de sus ideas.
En días de canonizaciones el viaje resulta esperanzador.
El profeta de los años 50 murió, tal vez, con el dolor de no ver prosperar su obra. Pero debió estar tranquilo porque sembró la semilla más hermosa de amor que haya brotado en esta comarca.
Medio siglo después, el profeta debe estar escandalizado. El mismo cristo chileno lo convirtió en una figura simbólica, que hizo una bonita obra.
Y el profeta fue tan clarito...
"Los pobres son Cristo!"
Y lo entendimos mal.