Corre, arranca.
Corre, arranca.
Es sino y destino de las conciencias vírgenes. El sin ideas toma la micro en la esquina desconocida donde cruza su vida con la desgracia. Rumbo a paisajes desoladores, sin chofer aparente.
Es ahí donde da vuelta su tronco con remordimiento. Dolor y angustia aceleran por la Alameda y forman cadenas que, a pesar de lo inoportuno, aseguran el recorrido entre espinas de rosas.
Es bueno, en esta parte del camino, preguntarse qué es lo que nos obliga a subirnos.
Y aún así seguimos.
Celebro, pues, a aquellos que toman decisiones.
Brindo por sus audaces propuestas indecentes. Donde caminar por calles abyectas resulta una solución dócil para las mañosas sonrisas del amanecer.
Alzo la copa rota por aquellos que -aún ariesgando los cafés exportados- ciernen sobres sus hombros el peso de su historia.
Desconozco si le pasa a alguno de ustedes (si es que ustedes existen).
Si la verdad existe, yo estoy en contra de ella.
Y si ella te persigue: corre, arranca... aunque tenga la razón.
Es sino y destino de las conciencias vírgenes. El sin ideas toma la micro en la esquina desconocida donde cruza su vida con la desgracia. Rumbo a paisajes desoladores, sin chofer aparente.
Es ahí donde da vuelta su tronco con remordimiento. Dolor y angustia aceleran por la Alameda y forman cadenas que, a pesar de lo inoportuno, aseguran el recorrido entre espinas de rosas.
Es bueno, en esta parte del camino, preguntarse qué es lo que nos obliga a subirnos.
Y aún así seguimos.
Celebro, pues, a aquellos que toman decisiones.
Brindo por sus audaces propuestas indecentes. Donde caminar por calles abyectas resulta una solución dócil para las mañosas sonrisas del amanecer.
Alzo la copa rota por aquellos que -aún ariesgando los cafés exportados- ciernen sobres sus hombros el peso de su historia.
Desconozco si le pasa a alguno de ustedes (si es que ustedes existen).
Si la verdad existe, yo estoy en contra de ella.
Y si ella te persigue: corre, arranca... aunque tenga la razón.